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La reseña que marcará una vida taurina, la corrida de Victorino Martín en Sevilla

Ayer tuvo lugar en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, una corrida de toros que quedará en la memoria del año taurino 2016, y es la corrida de Victorino Martín, cuyo cartel estaba compuesto por Manuel Escribano, Morenito de Aranda (que debutaba como matador de toros en Sevilla) y Paco Ureña. En los chiqueros aguardaban un encierro muy bien presentado, serio, y entipado de Victorino Martín. Los dos primeros toros, no dieron el juego esperado, hasta que saltó a la arena el tercer toro de la tarde, un buen toro e importante llamado Galapagueña, número 89, negro entrepelado, nacido en enero del 2012 y dió un peso de 555 kilos. En la que Ureña  le dio un manojo de muletazos de tremenda despaciosidad, especialmente sobre la mano derecha. Algún derechazo fue monumental por su temple y ejecución a cámara lenta. Esa forma de torear tan despaciosa, a una velocidad difícil de concebir, fue la principal virtud de la faena. Sin embargo, dio la sensación de que aún debió exprimir más el torero las numerosas virtudes del victorino. Se tiró a matar con hombría, algo clave también en la concesión del doble trofeo. Hasta que llegó el acontecimiento de la tarde y de la temporada, "Cobradiezmos", número 37, de pelo cárdeno, de 562 kilos de peso y nacido en diciembre de 2011, el cuarto toro de la corrida en la que Escribano se fue a portagayola y fue un toro extraordinario durante su lidia. En todos los tercios, por supuesto: en el caballo, arrancándose de largo tras embestir magníficamente de salida con el capote, en las banderillas y en la muleta. Embistió humillando de forma sobresaliente, como los mejores toros de Victorino, muy entregado en todo momento. En todo lo que le hizo Escribano por ambos pitons -cambiándole incluso los terrenos- el toro respondió de forma sensacional, obedeciendo siempre a los toques, exhibiendo, además de casta, bravura, repetición y acometividad casi desbordante, un caudal de nobleza muy grande. Fiesta plena en Sevilla. Ganó Victorino, ganó Escribano, ganó el público, pero, sobre todo, ganó la Fiesta. El indulto se pidió de forma absolutamente mayoritaria. Victorino Martín hijo dio la vuelta al ruedo entera junto al torero, incorporándose a ella también el mayoral de la vacada extremeña. Por otra parte, Morenito de Aranda no se acopló con el segundo, un toro ovacionado en el arrastre al que comprendió mejor el torero en los compases finales de su faena. El trasteo fue largo, con el animal pidiendo su sitio y su distancia, pero el burgalés no supo dar con la fórmula hasta las postrimerías de la faena. Mató de una estocada tras pinchazo y fue silenciado. Antes, en el tercio de varas, destacó Francisco José Quinta, que exhibió habilidad en la monta y gallardía haciendo la suerte y picando arriba. El quinto fue otra cosa. Revolviéndose, embistiendo con las manos por delante, con las dificultades del toro duro de la casa de Victorino. Morenito de Aranda dio la cara siempre. Se fue a la puerta de chiqueros, cuajó un vibrante recibo a la verónica, se sobrepuso a una voltereta… pero la faena no levantó el vuelo. No pudo el torero burgalés sumarse a la grandeza de la tarde.

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