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Desencanto en la corrida de Saltillo en Las Ventas de Madrid

Esta tarde se ha dado en Las Ventas de Madrid, una corrida de toros que tenía los aficionados firmes esperanzas que es la corrida de Saltillo, que ha sido la decepción de la feria de momento. Con síntomas de ilidiable desde el minuto uno, "Cazarrata", que así se llamaba el saltillo, fue un animal de comportamiento decimonónico. Ponerse delante fue prácticamente imposible. Desde la primera embestida -por llamarla de alguna forma- fue directo al pecho de Sánchez Vara. A partir de ahí, arreones de mansedumbre sin cesar. Siempre sin estar pendiente del objeto, con la mirada perdida. Imposible picarlo, yéndose al cuello del caballo y protestando sin dejarse meter las cuerdas. El presidente, de forma acertada, lo condenó a banderillas negras. Raúl Ramírez, tercero de la cuadrilla, anduvo habilidoso y clavó cuatro palos. Salvó el último tercio Sánchez Vara con sabiduría y oficio. El animal no atendía ni al toque ni al engaño y, ante tal tesitura, el alcarreño cogió la espada y, con la brevedad y pericia propia de un torero puesto, metió la espada con habilidad. Episodio deleznable. Bronca en el arrastre al animal y palmas para Sánchez Vara. Deslucido, sin raza, sin clase, con la cara alta, manseando y marcando mucho sus querencias desde su salida al ruedo... Así fue el primero, que no dio ninguna opción de lucimiento a Sánchez Vara. El alcarreño, percatado de la mala condición del animal, optó por ni siquiera banderillear. El triunfo era imposible. Faena intrascendente. Mató de forma habilidosa. Silencio. Manseó durante los primeros tercios y también durante la faena de muleta el segundo. Quizá tuvo el animal un punto más de recorrido por el lado izquierdo, pero siempre sin humillar y reponiendo. Faena decorosa de Alberto Aguilar, firme, en la que logró algún muletazo suelto de buena factura y no se guardó nada. Falló al matar. Silencio tras dos avisos. El quinto no humilló nunca. En los primeros tercios manseó, escupiéndose de los caballos. Se movió el de Saltillo, pero lo hizo descompuesto, con la cara por las nubes y marcando mucho su tendencia a meterse por dentro. Tremendamente exigente el astado. Alberto Aguilar anduvo listo con la muleta y, a la vez, muy valiente y decidido. Se puso de verdad y supo aprovechar la movilidad para ligarle las tandas. Le dio las ventajas al toro, dejó que pasara a su aire y, así, sacó dos tandas diestras que tuvieron importancia. Falló con la espada. Ovación con saludos. El tercero fue una verdadera prenda: manso, pegando arreones, llevando la cara alta, pendiente de todo menos de los engaños, apretando para adentro, con sentido y complicado. No renunció Venegas a pesar de que el toro no quería pelea, pues huía siempre a tablas. Buen oficio del jienense teniendo en cuenta lo poco que torea. Hubo muletazos sueltos estimables por el pitón izquierdo. Se puso muy difícil para entrarle a matar, echando la cara arriba en cada embroque. Dejó una estocada corta e intentó descabellar, pero era imposible porque el toro no descolgaba. Sonaron los dos avisos, cogió de nuevo la espada y dejó una estocada entera algo tendida. Cuando se disponía a descabellar de nuevo, sonó el tercer aviso. Decoroso a pesar de todo Venegas, que recogió desde el callejón la cariñosa ovación que le dispensó el público. Cerró plaza un toro deslucido, complicado, con la cara alta y que no se desentonó con el resto de la corrida, quedándose corto, reponiendo, sin ninguna voluntad de embestir. Al igual que en su otro turno, Venegas intentó justificarse. Pero fue imposible. La corrida no valió para nada. Ni siquiera para jugarse la vida. Toda de muy difícil lidia.

Madrid, martes 31 de mayo de 2016. Toros de Saltillo. Bien presentados dentro de su encaste. Complicados, mansos, huidizos, deslucidos y desarrollando sentido. El 4º, de muy difícil lidia. Sánchez Vara, silencio y palmas; Alberto Aguilar, silencio tras dos avisos y ovación con saludos; José Carlos Venegas, ovación tras tres avisos y silencio. Entrada: Tres cuartos. David Adalid saludó tras parear a los toros tercero y sexto.

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