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La puerta grande se cierra por culpa de las espadas esta tarde en Valencia

Después del paseíllo la afición de Valencia quiso agradecer con una fortísima ovación al murciano Paco Ureña que reaparecía tras el percance grave que sufrió en su ojo izquierdo en Albacete. La corrida que había quedado en mano a mano por la lesión de Manzanares, fue preciosa donde hubo momentos bonitos y emotivos. El murciano es todo un ídolo en esta tierra, donde ha dejado tardes para el recuerdo. Santiago López recibió una placa por sus 40 años de alternativa, de manos de José María Ángel, Director General de la Agencia de Seguridad y Respuesta a las Emergencias, y Toni Gaspar, presidente de la Diputación. De infarto el quite por gaoneras de Paco Ureña al toro de Ponce que abrió plaza. Estático, vertical y majestuoso, con apenas medio capote, se ciñó el toro con absoluta entrega. Imposible pasárselo más cerca. En pie toda la plaza. A medio gas el toro de Juan Pedro, sin acabar de emplearse en una labor realizada en el tercio, donde molestaba menos el viento, y en terrenos de toriles. Dejó pinceladas Ponce, sin que el toro le diera opciones a más. Al entrar a matar recibió un golpe en la cara, por el que tuvo que pasar a la enfermería. Al segundo, justo de presentación, lo picaron poco y mal. Un toro cuya falta de raza le hizo defenderse más que emplearse. Muy torero el inicio de faena de muleta de Paco Ureña con estatuarios y una trinchera muy sentida, un buen comienzo que no tuvo continuidad después, en una labor donde la pureza del murciano no encontró respuesta en el toro. Precioso el saludo genuflexo de Ponce al tercero, un toro que embistió a media altura, sin emplearse y sin codicia alguna. El valenciano tapó todos los defectos del animal, en una faena que estuvo adornada con esa naturalidad y belleza de todo cuanto hace, además de su variado repertorio. Muy volcada la afición con su torero. A pesar de lo estocada defectuosa, paseó una oreja. Valencia se emocionó con la pureza de Paco Ureña frente al cuarto, un buen toro que tuvo calidad y que aguantó la exigencia del toreo de mano baja del murciano. Los doblones de apertura, gobernados y de trazo largo, fueron un presagio para lo que vino después. El toreo reunido, profundo y de sometimiento sobre la mano diestra, todo muy ligado en un palmo. El natural surgió con menor crispación, más vertical el torero. Todo muy de verdad y entregado. Se tiró a matar recto como una vela, pero pinchó, antes de dejar en el segundo intento la estocada de la feria, que por sí sola merecía la oreja. La espada le cerró la puerta grande a Enrique Ponce, que esta vez sí pudo redondear una bella faena frente al quinto, un buen juampedro, pronto, que galopó con ritmo y clase. Lo vio pronto Ponce, que salió a atacar sin reservas. Un inicio genuflexo y en redondo tuvo categoría y distinción. Llegó después el toreo hilvanado sobre la diestra, cosidos los muletazos sin soltar la embestida, empapando al juampedro de muleta. Y de nuevo la naturalidad y el relajo de su figura. No hubo acople al natural. Se apagó el toro y, lejos de bajar la intensidad de la faena, puso en escena su repertorio que tanto gusta en esta plaza: la poncina, los cambios de mano, el desplante airoso… Tenía amarrada la puerta grande y se le atascó el acero. Ureña brindó a su paisano Rafaelillo la faena al sexto. El murciano le puso la emoción que le faltó al toro, con calidad y nobleza pero con el fuelle justo, descafeinado. Lo cuidó Ureña, que lo toreó con sutileza y muy ajustado, hasta que acabó acortando distancias y buscando la emoción en terrenos de cercanías. Las ajustadas bernadinas pusieron el broche a una faena que no encontró rúbrica con la espada, esfumándose la puerta grande.

Valencia. Sábado, 16 de marzo de 2019. Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados salvo el 2º; destacaron del conjunto 4º y 5º. Enrique Ponce, silencio, oreja y ovación con saludos; y Paco Ureña, silencio tras aviso, oreja y ovación con saludos tras aviso. Entrada: Lleno

Festejo para mañana en Valencia, octava de feria: Toros de Jandilla-Vegahermosa para Diego Urdiales, Sebastián Castella y Cayetano Rivera Ordóñez.

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