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Muere a los 86 años de edad Pepe Manteca en Cádiz

El pasado viernes 19 de marzo, día de San José, falleció un gaditano universal: el empresario y “almacenero” Pepe Manteca, dueño de la Taberna Casa Manteca, en Cádiz. Cuesta creer que ya no le veremos físicamente en ese espacio que lleva su nombre en el castizo barrio de la Viña, santo y seña del flamenco, del Carnaval y del toreo. Se nos marchó para siempre José Ruiz Calderón -que ese era su verdadero nombre- el mismo día de su onomástica y del padre, pero su nombre ya hace tiempo que logró traspasar fronteras en la gastronomía gaditana, la del buen comer y el buen beber. Tras una década como novillero, actuando muchas veces en Cádiz y en plazas de Castilla y León, tomó las maletas y viajó hasta Alemania, donde estuvo trabajando unos años. Tras volver a Cádiz, y trabajar en el almacén de comestibles que tenía su padre en la calle La Rosa, en 1953 vio la luz, en la esquina de la calle Corralón de los Carros con San Félix, en el mismo barrio de la Viña, el negocio que buscaba, repleto hoy de estanterías llenas de fotos y carteles taurinos. En la taberna, considerada por muchos la número uno, se mezclaba -y se mezcla- el ciudadano de a pie con el cantaor, el chirigotero, el banquero, el torero o el político. Pepe atendía a todos con su proverbial simpatía. Era atento en el trato, socarrón a veces, prudente, irónico y generoso con la gente que más le necesitaba. Solía bajar a la taberna todas las mañanas al filo de las ocho y media, revisaba la despensa y cuando empezaban a llegar sus amigos y vecinos, los saludaba y les confiaba una tarea a cada uno. Como si de una película de Berlanga de tratase, decía: “Ve a la farmacia y tráeme…”, “acércate a por un cupón de la ONCE, por favor…”, “séllame esta quiniela donde siempre…”, y luego, una vez hecho el mandado, Pepe les pagaba a cada uno el servicio. Un día me dijo: “Luis, en esta vida hay que ser generoso, porque un hombre sin dinero es un bulto sospechoso”. Contó con buenos clientes como los maestros Antonio Ordóñez, Rafael Ortega, Curro Romero o Miguel Mateo “Miguelín”, del que era compadre; u otros como el escritor Antonio Burgos, el cantaor gitano Rancapino, o diversos intelectuales que acudían con frecuencia a su establecimiento. Sus chicharrones, cortaditos en lonchas, el buen jamón y el buen queso eran su oferta, la que más se solicitaba. Ahora, tras su muerte a los 86 años, producida por una larga enfermedad, el alcalde de Cádiz, José María González, ha decretado un día de luto y propondrá el nombramiento de Pepe Manteca como Hijo Predilecto a título póstumo. Como reconocimiento a su gran trayectoria, y por considerarle un excelente embajador de la gastronomía gaditana, en 2007 fue distinguido por el centenario Ateneo de Cádiz como gaditano del año. Además, obtuvo en vida otros muchos premios y homenajes. Descanse en paz Pepe Manteca.

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