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Andrés Roca Rey da un aldabonazo en la Plaza México

Andrés Roca Rey da un aldabonazo en la Plaza México

Ayer Andrés Roca Rey conquistaba la Plaza México por segunda vez en su trayectoria taurina, pero quizá si haber hecho una faena tan sólida y convincente como la de esta tarde, en la que demostró que busca interiorizar más su expresión y aprovechar su inmenso valor para torear cada vez mejor. Y ahí tiene el peruano un reto grande a la vista, sobre todo si además de ser uno de los toreros más atractivos para las nuevas generaciones de aficionados, también consigue convencer a los más reacios, aquellos que todavía no admiten su maduración. Porque todo tiene un proceso en la vida, y si el impetuoso limeño llegó a la Fiesta de España abriéndose camino a codazos, ahora, instalado en la fama y el prestigio de ser taquillero, considerado desde hace tiempo ya como una figura del toreo, ahora es tiempo de pensar en mejorar, y la faena que hizo al buen toro de  La Estancia fue un claro ejemplo de que está por esa labor. Desde el saludo capotero se le vio centrado, ante un toro que de salida no se había definido, y tras el torero recorte con el que abrochó la serie de verónicas, aquel chispazo de calidad en la embestido le hizo un guiño al peruano. Fue a base de colocación y poder, pero sin encimismo, como fue encelando al toro que se movía, quizá sin humillar tanto como otros, ni con demasiada clase, pero con algo que es importante para conectar con la gente: transmisión. Así que  Andrés aprovechó esta condición y así fue puliendo al toro con una colocación precisa entre los pases, en los que giró acompasadamente sobre los talones, y midiendo mucho las alturas de su muleta. Y cuando se dio cuenta de que la parte medular de la faena ya no iba a discurrir en los medios, porque el toro se fue acercando al tercio, ahí le dio pases de compás abierto, muñeca templada, y diversos detalles de su esencia taurómaca, en la que no faltó una desdeñosa arrucina en un palmo, muy ceñida, y otros adornos de igual factura, que acabaron de reventar la faena ya cuando el público se le había entregado. Una estocada fulminante, en la única mácula fue haber perdido la muleta en el embroque, fue el digno final a una labor que dejó su huella entre el público, que lo aclamó en la lenta vuelta al ruedo que Andrés dio con una amplia sonrisa en los labios. Acicateado por lo que había hecho Roca Rey, Joselito, que ya había estado solvente con el noble y flojo toro que abrió plaza, en el cuarto salió a pelearle las palmas al peruano, y lo hizo con una lidia completa desde que se abrió de capote, ya que toreó por mandiles antes de hacer un vistoso quite por zapopinas. Entonces, la gente, como ya lo había hecho antes, le pidió que cubriera el segundo tercio y se animó a coger los palos para ejecutar un pensado y sobrio tercio de banderillas, en el que se sintió dueño de la escena, camino por el redondel con tranquilidad, y le dio tiempo al toro de oxigenarse para ver si le llegaba menos apurado a la muleta. Y así clavo tres pares, alternando los lados, en medio del agrado de un público que le exige mucho y, por momentos, no acaba de compenetrarse con su forma de torear, un asunte que va más allá de cualquier consideración al respecto de lo que él sale a dar a la plaza. En ese mismo tenor de actitud, José hizo una faena muy interesante, en la que midió bien los tiempos, las pausas, y la intensidad que, en distintos pasajes, debía imprimir al trasteo, que vivió sus instantes más emotivos cuando toreó en un palmo de terreno, sobre las rayas del tercio, ahí debajo de la barrera que ocupaba el empresario Ricardo Salinas Pliego, al que había brindado. Como al primer toro de la tarde lo había pinchado, tras haberle hecho una faena aceptable, ahora sí sabía que tenía en la punta de la espada la posibilidad de corar una oreja, y por eso se fue derecho como una vela para colocar una estocada un poco contraria, debido a que se atracó de toro. Y así fue como paseó una oreja más en esta plaza, aquí donde la lista de apéndices de su estadística está en 36 orejas cortadas en un total de 27 corridas. Si los toreros consagrados hicieron gala de cabeza y arrojo, no se quedó atrás Héctor Gutiérrez, que vino a confirmar la alternativa que tomó el reciente 28 de noviembre en la plaza "Nuevo Progreso" de Guadalajara, y demostró que es un torero a tomar en cuenta, no sólo por su magnífico concepto, sino por la natural elegancia de su estilo. Al toro de la ceremonia lo toreó por nota. Desde las verónicas iniciales, pasando por el quite por saltilleras, y luego hizo una faena medida, en la que el ritmo y la cadencia de cada uno de los muletazos dejó un grato sabor entre los aficionados que saben paladear el toreo bueno. Si acaso, pecó de alarga de más el trasteo, sin tomar en cuenta de que después iba a ser complicado dar muerte con más facilidad al noble toro de La Estancia que abrió plaza. Pero al margen de esta consideración, que también se manifestó en el sexto, el hidrocálido pisó con mucha seguridad el ruedo del coso de Insurgentes y eso es digno de ser resaltado considerando que apenas comienza su andadura en el escalafón mayor. La faena al que cerró plaza fue un poco menos pulcra, quizá porque al cambiar de mano, a la zurda, para probar al toro, éste vino a menos y acabó descomponiendo el interesante rumbo que llevaba la faena. Y como no estuvo fino con la espada, una asignatura en al que tendrá que trabajar de inmediato, su resultado final no refleja lo bien que había estado. Mención especial merece el valiente picador César Morales, que hoy dijo adiós a la profesión de manera simbólica tras el paseíllo, pues una delicada lesión de espalda le ha impedido volver a torear. Así se marcha uno de los mejores varilargueros de esta época, tras 21 años como profesional. Su padre, también picador, El Güero de la Capilla, le quitó la espuela en los medios en una simbólica estampa de torería. Se le va a echar de menos. Después de un fin de semana muy intenso, con la celebración de tres festejos en un lapso menor a 48 horas, la Feria de Aniversario de la Plaza México continuaré el próximo fin de semana con una corrida de toros el sábado (se festejarán los 100 años de la fundación de la ganadería de Rancho Seco) y la novillada que habrá el domingo.

Ciudad de México.- Plaza México. Segunda corrida de aniversario. Poco menos de media entrada (unas 20 mil personas), en tarde agradable, con algunas ráfagas de viento. Toros de La Estancia, bien presentados, dóciles y nobles en general, de los que destacó el 3o. por su transmisión. Pesos: 534, 579, 553, 571, 589 y 506 kilos. Joselito Adame (rosa mexicano y oro): Palmas tras aviso y oreja. Andrés Roca Rey (mercurio y oro): Dos orejas y palmas. Héctor Gutiérrez (blanco y oro), que confirmó la alternativa: Ovación tras aviso y silencio tras dos avisos. Incidencias: Gutiérrez ratificó su doctorado con el toro “Encino”, número 21, cárdeno claro, con 534 kilos. Sobresalió en banderillas Cristhian Sánchez y Antonio Chacón. Al finalizar el primer toro, se despidió el picador César Morales, debido a una grave lesión de espalda, que le dejó secuelas que lo obligaron a decir adiós. Dio una vuelta al ruedo acompañado de las cuadrillas, y luego su padre, El Güero de la Capilla le quitó la espuela de manera simbólica.

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