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Fallece a los 71 años de edad en Burriana (Valencia) el recortador Maraya

Los toros en las calles, vivieron un día triste, ayer lunes 3 de enero, falleció en Burriana (Valencia) a los 71 años Juan Vicente Montón Aguilella, conocido por todos como Maraya, toda una leyenda del recorte, uno de los mejores de todos los tiempos. La afición de bous al carrer pierde a un icono, un referente muy querido y admirado, que le inculcó la afición a su hijo, Juan Maraya, que fue novillero y después se pasó a las filas de plata. Su manera tan personal de recortar a los toros ha dejado una huella imborrable que ha hecho ganarse el reconocimiento de todos los aficionados, que ahora lloran desconsolados a uno de los grandes. Toda una vida, más de medio siglo, jugándosela delante de los toros, pisando terrenos prohibidos que solo él era capaz de pisar creyendo firmemente en sus facultades y conocimientos. Nacido en 1950 en Burriana, su nombre sonó con fuerza en la década de los 70 y los 80, pero sin duda, sus momentos más esplendorosos llegarían con su madurez, en los 90, los años dorados en los que protagonizó capítulos escritos con letras de oro. Idolatrado en La Vilavella, donde la complejidad de sus recintos le ayudaba a marcar diferencias, se ganó el respeto en ambos barrios. En Sant Roc protagonizó momentos emotivos como la salida de un toro de Miura en 1992, al que le pudo con velocidad y mucho valor para dejárselo llegar. No menos fue en Sant Xotxim, donde prácticamente se metía dentro del toril para ser el primero en recibir al astado en un alarde de valentía sin precedentes, y donde mejor lucía su velocidad en sus largas y duras calles. Y todo sin despegarse de su cigarrillo, en la boca o en la mano, que en aquella época era tan habitual, al igual que lo era vestir jeans y camisa en verano, un “rara avis” en la actualidad, donde impera el short y la camiseta de tirantes. Maraya desafió todas las leyes hasta entonces impuestas en la calle. Por donde parecía imposible pasar, él lo hacía. Sus rodadas mantenían el suspense, pues nunca se dio un ápice de ventaja, todas fueron para el toro: darle salida, la distancia larga, salir de cara, dejarlo llegar… Ese fue su fuerte. Su tauromaquia se resume en esa manera de parar al toro de Cuadri en Nules el año 1993, con 43 años, unas imágenes convertidas en virales dadas su emoción. Triunfó también como embolador. Aprendió con la cuadrilla de Pepe Badía, de Onda, pero pronto formó la suya propia, en la que estuvo en activo hasta hace muy pocos años. Su seriedad y eficacia como rodador la aplicó también en el pilón de embolar, encargado de las tareas más importantes como colocar la tenaza y cortar la cuerda, fuese el toro que fuese, incluso cuando su edad comenzaba a menguar sus facultades pero no su valor. En 1995 sufrió la cogida más fuerte de su vida en Onda. El toro Señorito, de Machancoses, no le perdonó esa fidelidad que siempre mantuvo a la hora de rodar con sinceridad y darle todas las ventajas al animal. Le fracturó siete vértebras y dos costillas, pero no su amor propio, que se mantuvo firme durante muchas décadas. La afición de bous al carrer pierde a un icono, un referente muy querido y admirado. D.E.P.

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